Carta N° 3

20.07.2018

"José Gregorio opina sobre los brujos e ignorantes que entorpecen su trabajo"

Betijoque, Set. 18 de 1888.

Sr. Santos A. Dominici. Caracas.

Muy querido amigo: No he vuelto a recibir ninguna carta tuya desde que contesté la semana pasada tu primera escrita para mí; ya te he escrito cuatro veces con ésta y todavía no he tenido más que una vez el gran placer de leer tu conversación escrita.

Pienso ir en esta semana a Valera, porque creo que de estos pueblos es el único en que me puedo situar y en el que se presentan más enfermedades que me hagan tener una práctica variada e ins­tructiva; si resuelvo quedarme allá te lo escribiré inmediatamente para que dirijas tus cartas a ese lugar, lo cual me agrada mucho más porque así las puedo leer inmediatamente que lleguen...

En estos días he leído un libro que me habían dado en el colegio y que­ nunca había hojeado: tiene la originalidad de no decir quién es el autor en inglés, y sólo dice que es imitado de este idioma por J. Girardin, que supongo sea de la familia del famoso Emile de Girardin. Se llama Tom Brown y es una descripción de la vida de Inglaterra pero tan exacta y detallada que había momentos­ en que creía que tú me estabas contando aventuras de tu colegio de la nunca bien alabada Trinidad...

Mis enfermos todos se me han puesto buenos, aunque es tan difícil curar a la gente de aquí, porque hay que luchar con las preocupaciones y ridiculeces que tienen arraigadas: creen en el daño­ en las gallinas y vacas negras, en los remedios que se hacen diciendo palabras misteriosas: en suma; yo nunca me imaginaba estuviéramos tan atrasados por estos países. La clínica es muy pobre: todo el mundo padece de disentería y de asma, quedando uno que otro enfermo con tuberculosis o reumatismo; afortunada­mente que mi espléndido libro de Pepper tiene artículos inmejorables sobre esas y todas las enfermedades; sólo siento que cuando lo vayamos a leer no te parecerá tan bueno por haber envejecido ya la mayor parte de los capítulos. La botica es pésima; suponte que el Boticario es un aficionado solamente y que me dice: "Nosotros los médicos", porque a más de ser aficionado a la farmacia lo es también a la medicina, y la primera vez que habló conmigo me aturdió con un tecnicismo indigesto y estúpido: me contó que curaba la disentería con cinco gramos de quinina al día, y, como yo me asustara, me tranquilizo completamente y me aconsejo que así lo hiciera, ya que la ipeca no daba resultado: quien no da resultado es él, y él quien está llenándome de fastidio; afortunadamente que yo no he de quedarme aquí, sino que, como te dije, iré a Valera...

En casa todos hablan de ustedes como si los conocieran desde, hace mucho tiempo; es verdad que el furor que aquí hay es todavía poco para el que debe ser.

Escríbeme y cuéntame todo y todo: yo quiero que seas muy minucioso.

Tu amigo que te aprecia,

Hernández.

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