Carta N° 1

20.07.2018

"La Caridad en acción y una monja extraordinaria" 

Maracaibo, agosto 30 de 1888

Sr. Santos A. Dominici, Caracas,

Muy querido amigo: Te escribí de Curazao y ya debes haber recibido aquella carta,... En Curazao estuve cuatro días, en los cuales tu

ve tiempo para conocer lo que me faltaba de esa ciudad: vi los hospitales conducido por un viejo que me presentaron, el cual es médico holandés y se Llama el doctor Langskberg; hay mucho aseo, como que está servido por hermanas de la Caridad, y me he convencido más de la utilidad de esta institución, ya que las monjas hacen todo con una heroicidad que sólo da el catolicismo. Había un hombre que tuvo una fractura del fémur, y, por haberlo mantenido cerca de cuarenta días en un aparato inamovible de madera, tuvo una inmensa escara de decúbito; había que tenerlo enteramente desnudo y lavarle constantemente la úlcera, y en la cara de la hermana que lo asistía vi tanta santidad durante la cura que tuve deseos de ve­nerarla como si estuviese ya canonizada.

El tercer día de haber llegado fui a conocer detalladamente el colegio que está fuera de la ciudad: conocí a la monja de más fa­ma como instruida y como piadosa, a Sor Josefa; sabe francés, inglés, alemán, holandés, español y latín, botánica, mineralogía y química; toca piano admirablemente, pinta lo mismo y en las labores de mujer es inimitable; cuando supo que yo había estudiado Medicina me dijo que ella le tenía cierta aversión porque, después de haberla estudiado un poco, fue para ella ocasión de pecado por haberse sentido orgullosa de conocer algo de esa ciencia. El doctor Langsk­berg me dijo que era ella quien le había enseñado a diagnosticar y tratar la fiebre amarilla...

Contéstame pronto y recibe un abrazo de tu amigo

Hernández

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